El descanso en el hotel “Baobab Café” de Manja nos ha sabido a poco, un baño rápido en la piscina, cenar y a dormir como marmotas. «Todos» nos sentíamos tan agotados que ni siquiera hubo tertulia.
Ha sido una pena, pues la » Lonely planet» proponía varios locales muy recomendados de exquisita comida malgache.
Viajando nunca puedes llegar a todo, en especial cuando el cuerpo dice ¡basta!.
Nos interesaba descansar bien, ya que hoy volvemos a hacer una muy larga ruta por pista, ( que no sabremos cual será su estado, hasta estar transitando por ella) .
Desayunamos y salimos por la pista principal del sur, en dirección al poblado de Bevoay.
La buena pista dura muy poco y empezamos a saltar y a ir de un lado a otro del coche, nos tenemos que atar el cinturón más ceñido, de hecho así se soporta mejor el traqueteo. Será que ya estamos entrenados.
Hay zonas y pasos encharcados de tal manera que parece realmente un río. ¿Por aquí tenemos que cruzar?.
El conductor no se lo piensa dos veces, y después de haber hecho una parada de inspección, subimos a los 4×4 y navegamos como si fueran coches anfibios. ¡Qué valor! estamos un poco alucinados, y cuando nos encontramos en el medio rodeados de agua, el alucine se torna «cangueli». Los vehículos responden estupendamente con toda su potencia, ayudados por la maestría de los conductores, que desde luego son muy buenos!
Llegamos al poblado de Bevoay desde donde el río Mangoky se ve por todos sus ángulos. Está muy crecido, lo atravesaremos con transbordador en cuanto éste llegue. Mientras esperamos, es interesante ver el trasiego y bullicio de la vida en la orilla del río.
Unas sonrientes muchachas, llegan cargadas con baldes de pescado, sobre la cabeza. Y allí mismo junto a nosotros, lo lavan en la orilla, lo limpian, retiran las escamas y hacen unos pequeños hatillos de seis. No solo se dejan fotografiar sino que incluso posan para la foto y siempre manteniendo la sonrisa.
La zona sudeste, es un verdadero sueño. En el se encuentran las plantas más exóticas del mundo junto a paisajes surrealistas.
Aquí, las tierras áridas, las espinosas plantas grasas compiten con los baobabs de troncos tatuados con nudos de color rojizos amarillentos y con playas desérticas entre arrecifes.
Es una zona más salvaje, menos visitada, también con menos recursos turísticos y comodidades. lo que te hace sentir un poco explorador, parece que eres el primer turista que ha llegado.
El sudeste de Madagascar tiene el clima más seco de la isla. Partes de ésta área pueden ser consideradas desérticas en razón a sus pocas precipitaciones de lluvias.
Cuando el coche se detiene en algún punto, la gente del lugar nos mira con curiosidad. Muy pocos por aquí hablan francés y nos entendemos con señas. Uno de los chóferes es nativo y entiende bien otras lenguas como el Bara, Sakalava o Batsíleo,(suponemos que entre otras…)
Esta zona se muestra en verdadero estado salvaje. Transitar requiere buenos vehículos, paciencia y tiempo, ya que a cada momento puedes encontrar sorpresas.
Las pistas son muy arenosas, muchas veces entre dunas que se desplazan hacia la costa.
En esta parte de la isla, convergen la sabana, la estepa y la pradera.
Hace tantísimo calor que estamos deseando llegar a las playas de arena blanca y bañarnos eternamente. Todavía nos faltan bastantes kilómetros.
Antes nos detenemos a comer en el primer pueblecito con mercado que encontramos. Por aquí no hay posibilidad ninguna de restaurantes, moteles u hoteles.
Esto es la «nada».
Cuando decimos que un lugar es salvajemente auténtico, es porque no hay vestigios de una civilización acomodada.
Ni infrastructuras, ni carreteras,ni alojamientos, ni, ni, ni…etc
Pero por contra, si hay mucha gente encantadora que se presta a acogerte ya solo con su mirada.
Ha sido una sorpresa vivir tan cerca su amabilidad.
Los malgaches están divididos en 18 grupos étnicos. Los principales son los merina 27%, los betsileo 12%, los tsimihety 7%, los sakalava 6%, y los antandroy 5%.
La increíble evolución de Madagascar se detuvo con la llegada del hombre hace 1500 años. El impacto humano fue devastador.
Hay zonas en las que se producen cambios ecológicos, hasta que se vuelve inhabitable.
Un ejemplo es ver las grandes extensiones calcinadas por la mano del hombre, con la intención de recoger combustible fácil (carbón) para sus cocinas.
Hay determinadas zonas en la que los animales han desaparecido o bien han emigrado. Una de la causas, es el ser fuente de proteínas para sus habitantes.
Hoy día, de los lémures gigantes, las aves corredoras e hipopótamos, solo quedan huesos y cáscaras de huevo.
Esta vez el alojamiento es bastante «cutrillo «, pero es comprensible, ya que estamos en la zona menos visitada, la zona más salvaje y la que cuenta con menos infraestructuras. El caso es poder ducharse y si tienes suerte descansar, pues hay una gran amalgama de insectos circundantes.
Es muy aconsejable llevar en el equipaje, espirales y repelente de insectos, o un bote de «flit» . En esta ocasión lo tenemos que utilizar todo, la habitación está plagada de insectos. Cerramos la ventana (que no tiene mosquitera), taponamos las rendijas con papel de wc, y «flitamos» todos los espacios sospechosos, los rincones, esquinas, cama…etc, y seguidamente nos vamos a cenar. Al regreso estaremos libres de picaduras y si aún creemos que puede haber sorpresas, encendemos una espiral y la ponemos fuera al otro lado de la puerta o ventana.
Una de dos, o protegerse o pasar una mala noche ahuyentando insectos con la mano, cuando estamos semidormidos.
La sorpresa del día es fantástica! . Nuestro guía nos ofrece la posibilidad de visitar un lugar (que nos viene de paso), en el que se encuentra el baobab, más anciano de la isla. Normalmente no cuenta dentro de las visitas establecidas, ya que a los lugareños no les gusta que entren muchos turistas. Para ellos es un lugar de culto y veneran al árbol de sus ancestros. Cercanas al gran baobab, viven varias familias que lo vigilan y protegen.
Nosotros, al ser solo seis, tenemos la posibilidad de poder visitarlo.
En cuanto llegamos, el guía habla con una mujer que parece la patrona o jefa. Por lo visto le pide alguna ofrenda a cambio y nosotros le damos una botella de ron, que nos vale como entrada en el recinto.
Es espectacular, 2000 años parecen poco para este baobab tan espléndido de formas.
Que colorido de corteza, que cantidad de nudos, que ramas tan retorcidas, que especímen tan «grotesco»
Estamos bastante rato, a pesar que el calor es de justicia.
Nos complace estar con este grupo de familias que ha venido a acompañarnos hasta el lugar donde se encuentra el baobab de sus antepasados.
Es un baobab completamente aislado, de tamaño descomunal, al que aparentemente veneran; incluso entre ellos, vemos gestos de respeto hacia él.
La mujer que lleva el mando (muy bella por cierto), hace un pequeño ceremonial, reza unas oraciones y lo salpica con el ron.
Acto seguido bebe de la botella y la pasa a los demás adultos del grupo. En unos minutos ya no queda nada de licor en su interior. Todo ello dentro de un orden que le da un carácter jerárquico. Los niños se mantienen al margen como en un segundo plano.
Nosotros refugiados a la sombra del gran baobab, vemos el pequeño ceremonial y con toda libertad hacemos fotos de todo y de todos.
Nos parecen algo distintos, algunas facciones nos recuerdan a los aborígenes australianos.
El lugar merece respeto, ese baobab «milenarísimo», al que generación tras generación ha venerado, ha orado por sus antepasados, ha hecho miles de ofrendas, seguro que desprende su buena energía.
Nosotros con respeto hacia ellos, pues nos observan constantemente, vamos acariciando el tronco, abrazándolo con los brazos abiertos al máximo, intentando absorber todo lo que el árbol nos regala.
Tras la despedida, continuamos por la polvorienta pista, hasta llegar por fin a ver el azul del mar.
Qué descanso para la vista. El polvoriento camino, los colores ocres del entorno y los matorrales resecos, hacen que uno sienta más calor que el que en realidad hace. Ver el mar en el horizonte es como un bálsamo de frescor.
El pueblo de pescadores de Morombe había sido un importante puerto de los Vezo. Ahora solo quedan familias que viven de la pesca.
Paseamos por su playa viendo como los pescadores preparan los anzuelos con unos trozos muy grandes de pescado azul, junto a los niños que juegan mientras tamizan pescado seco con una red.
Delicioso paseo que nos descubre la vida tranquila de un pueblecito de mar, acompañados por la preciosa hora del atardecer.
Que sencillo es todo, que paz respira el lugar.
Parece que hayamos estado siempre aquí, como si formáramos parte de la población local.
La pirogue D,or nos aloja en tres sencillos bungalows sobre la arena. Estamos solos los seis, como únicos huéspedes.
¡ Bendito relax de fin de «pista»
Madagascar/viaje octubre 2015
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Mil gracias por compartir estas maravillas.
Estoy repasando …..🤣🤣
Suerte de compartirlas, sino lo escribimos podríamos olvidar los nombres, que no los lugares. Estos quedan de por vida registrados . Cariños de #conmasde70
Una vegada mes, gracies per omplir estones de la meva vida amb petits documentals maravellosos, no canviis mai…..petons
Una vegada mes, gràcies per fer-nos un comentari tan carinyos. Conmasde70
Simplemente gracias por compartirlo!
Gracias a tí. Como soy blogger novel, me hace ilusión recibir comentarios y si son de agradecimiento… Yupiiiii!
Fascinante!
En cada capitulo, es un nuevo descubrimiento muy interesante.
Madagascar es aún un país bastante virgen, con mucho por descubrir. Ya lo describes bien…¡es fascinante! . Gracias por acompañarnos y hacer pequeños comentarios.
Un abrazo